El enigma de las formas geométricas del Amazonas.
La floresta guardaba un secreto oculto por los árboles desde hace 3.000 años. Quizá más. Círculos ofrecidos por el hombre a los dioses, dicen algunos. Cuadrados creados para albergar pueblos, aseguran otros. Hexágonos para hacer rituales, comentan los más antiguos. En cualquier caso, quien los hizo parece que quería transmitirnos un mensaje del pasado. Un mensaje que, cual paradoja ecológica, ha salido a la luz por la destrucción incontenible de la selva amazónica.

Su descubrimiento, como suele pasar en muchos de los grandes hallazgos arqueológicos de la Historia, tuvo también su parte azarística. En 1977 el profesor Ondemar Dias, del Instituto Brasileño de Arqueología de Río de Janeiro, los incluyó como parte del inventario que estaba realizando para el Programa Nacional de Investigaciones Arqueológicas en la cuenca del Amazonas. En aquel momento su trascendencia apenas salió de los círculos académicos. La vegetación todavía cubría la mayor parte de unas formaciones que, por otra parte, abundaban ya en las vecinas selvas bolivianas.
El impacto mediático llegó unos años más tarde. A mediados de los ochenta, el geólogo y paleontólogo de la Universidad Federal de Acre (UFAC) Alceu Ranzi, discípulo de Ondemar, viajaba en un vuelo comercial entre Porto Velho y Río Branco, en un vuelo que solía hacer con cierta frecuencia. Y cada vez que miraba por la ventanilla del avión sentía la misma preocupación al ver como avanzaba la colonización del hombre sobre la selva. De un mes a otro aparecían nuevas y enormes superficies desarboladas donde ya pastaban innumerables cabezas de ganado. Las carreteras, primero de tierra y luego de asfalto, iban abriendo brecha en esa selva otrora intacta. Y, precisamente junto a una de ellas, la BR 317, que comunica los estados de Rondonia y Acre, Ranzi se dio cuenta de una estructura circular de doble borde que aparecía en una zona antes tapada por la floresta.
A partir de este momento la noticia se fue expandiendo en la medida que los expertos cayeron en la cuenta de que sólo una civilización avanzada podía haber tallado formas geométricas tan perfectas. Desde 2007, con el apoyo del satélite taiwanés Formosat-2, los descubrimientos en una zona de 25.000 kilómetros cuadrados se han multiplicado por 10 y se calcula que apenas se ha localizado el 20% del total.
Actualmente, los geoglifos de Acre están a punto de ser incluidos por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
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